La degradación de los suelos es un proceso que puede estar inducido por el hombre y que disminuye la capacidad actual y/o futura para sostener la vida humana.
Nuestro
hogar, el planeta tierra; es finito, a pesar de tener una taza de
renovación sobre la cual se puede crear un verdadero y sostenible
sistema económico, pero si los recursos naturales del planeta se
usan indiscriminadamente y sin tener en cuenta esta taza de
renovación mencionada, el planeta llegará a un punto de colapso y
la familia humana no podrá sobrevivir más en
su propio hogar, como lo dijo Max-Neef (2007) “en la naturaleza,
todo sistema vivo crece hasta un cierto punto en el que detiene su
crecimiento, pero no detiene su desarrollo. El desarrollo puede
seguir infinito, pero el crecimiento no”, en nuestras sociedades, a
partir de determinado punto del desarrollo económico, la calidad de
vida comienza a disminuir; transformando la felicidad relativa de las
personas en soledad y alienación.
Es
sólo si
entendemos la integridad de nuestro ser con los demás, y junto con
los demás con la naturaleza, entonces nuestra mente, corazón y
espíritu van a poder estar en paz.
Es
el momento de dar un paso hacia la evolución de la conciencia
humana, hacia la aplicación de una economía real y sostenible para
todos los seres humanos y para la correcta administración y
sostenibilidad
de nuestro hogar. Y como sugiere la ONU en su Declaración
y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, promover ese conjunto
de “valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de
vida, que llevan implícitos el respeto a la vida” (1999).
Hacen falta acciones y actores que ayuden a redescubrir nuestra vocación de hombres, humanizados, que nos ayuden a recuperar el equilibrio con la naturaleza, que promuevan la paz de una manera constante que incida en la educación de nuestros niños y jóvenes.
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